De bolsillo en bolsillo he recorrido todo México. He estado en los monederos más humildes y hasta en carteras de diseñador. Lo único plano en mi vida es mi forma, porque mi historia tiene muchos altibajos. Hoy he decidido contarla.
Es verdad que con los años he perdido mi brillo y, aunque algunos piensen que no valgo mucho, sigo teniendo peso en la vida de los mexicanos. ¡Cómo no!, me han usado de raspadito para encontrar el billete ganador de la lotería y hasta he decidido quién saca el balón en un partido del Cruz Azul.
He volado, rodado y he sido ahorrado. Y es aquí donde mi historia da muchas vueltas. Así que esta vez, cambiaremos los papeles y seré yo quien te lleve de la mano para que conozcas las formas en que me han ahorrado.
Ahorro informal
Eran los años 40 y lo recuerdo bien porque llegué a una familia que acababa de pagar sus entradas para ver La diosa arrodillada. Así me sentí después de que me echaron al fondo de una caja entre pendientes y otras joyas familiares. Pasaba los días escuchando a lo lejos conversaciones sobre Arturo de Córdova, María Félix y la necesidad de guardar un poco de dinero para el futuro, un futuro tan incierto como la devaluación del 48.
En esa época de inestabilidad caí en manos de un ladrón. Yo, que llevaba orgullosa la impronta de un águila devorando una serpiente, rebajada a simple botín, escapando en la complicidad de la noche… ¡Hazme el favor!
¿Es seguro el ahorro informal?
Ahora sí había tocado fondo. Pronto aprendí que, al no estar en un lugar seguro, podía ser fácilmente víctima del azaroso ajetreo de la vida. En un abrir y cerrar de monedero, terminé perdida a la sombra de una jacaranda en un barrio de estudiantes, neverías y cascaritas de futbol.
“¡Qué suerte!”, se sorprendió un niño al verme. “Ahora sí tengo para ir a las maquinitas”. “Mejor guárdalo en tu alcancía para que ahorres”, le recomendó su mamá. Y así pasé de una oscuridad a otra, de la jacaranda a su bolsillo y finalmente a un triste cochinito.
Éramos tantas monedas apretujadas que no faltaba la que recordaba sus días de gloria desde la creación del Banco de México en 1925. Un día escuché al papá sacar la caja de herramientas y supe que había llegado el día: el martillazo definitivo que reduciría a polvo al pobre cerdito.

Ahorro formal
Esta es la otra cara de la moneda, como me gusta decir. Despojada de mi otrora altanería, aprendí mi lugar en el mundo: pasaba de unas manos a otras y la gente recibía a cambio bienes o servicios. Completaba pasajes, terminaba en propinas y a veces me lucía en alguno que otro volado.
Cuando preguntaban “¿No traerá cambio?”, ahí estaba yo para salvar el día.
Cuando menos me di cuenta había llegado a tierras chihuahuenses: era una pequeña moneda en el Estado Grande. ¿Dónde me van a guardar?, ¿en una cajita, debajo del colchón, en un frasco de mayonesa? Ya había pasado por mis momentos más humildes, así que no tenía muchas expectativas.
Lo que sea menos en una tanda, pensé. Y afortunadamente no fue así. Los Chávez (recuerdo bien el apellido de esa familia ahorradora) me llevaron al banco. Era justamente como esta época del año cuando el papá llegó emocionado a contar que ya habían abierto una sucursal de Bankaool en la ciudad.
“Claro, señor Chávez, somos un banco regulado de origen chihuahuense, simple, transparente y digital. Además, su dinero está protegido por el IPAB, el Instituto para la Protección al Ahorro Bancario”, le explicó el asesor.
En ese momento no entendí bien a qué se refería con “digital”, pero los Chávez tomaron una decisión valiente: depositarme en una cuenta bancaria para mayor seguridad y disponibilidad.
En una especie de metamorfosis, había adquirido una nueva cara. Ahora estaba en un ecosistema más seguro y al alcance de los Chávez desde su app. Ya era parte del 47.8% de mexicanos que tienen ahorros formales.
Cofres digitales, uno de los tips para ahorrar
Este fue mi nuevo destino. Hasta el nombre me devolvía el brillo que creí haber perdido. En este apartado dentro de la app me guardan para cumplir metas. Sé que mi Cofre no es el único porque este ecosistema está en constante expansión.
El bullicio de mis días pasados no se compara con este universo más simple y digital. Sé que los Chávez están a punto de pasarme a una cuenta de inversión donde aprenderé el lenguaje de los rendimientos y la proyección financiera. Pero eso ya son pesos de otro costal.
Si te perdiste como moneda de 5 centavos, te dejo mis aprendizajes clave:

En Bankaool, cada moneda cuenta.




