Tabla de contenidos

Text Link

En México las cosas se hacen a la mexicana y eso incluye despedirse, llorar y sanar. Tenemos una forma única de transformar el duelo en color, música, pan dulce y papel picado. Mientras que en otros lugares le temen a la muerte, aquí la miramos de frente y le dedicamos canciones.

Quizá por eso nos sigue fascinando “La Llorona” —esa canción que cada generación vuelve a cantar con su propia voz—, porque nos recuerda que el dolor también puede convertirse en arte. En México, el Día de Muertos está más vivo que nunca.  

Del llanto al canto

“Ay de mí, Llorona, Llorona, llévame al río…”

En ese lamento que cruza generaciones está la esencia del Día de Muertos: el dolor no se esconde, sino que se ritualiza.  

Desde hace siglos, nuestros pueblos originarios celebraron la muerte como parte del ciclo de la vida.  Con la llegada del catolicismo, esos ritos se entrelazaron con las festividades de Todos Santos y Fieles Difuntos,. Así nació algo único: una forma mestiza de reconciliarnos con la ausencia.

Lo dice la historia y lo confirma la costumbre: en México la muerte se sienta con nosotros en la mesa mientras le servimos mole, pan dulce y su caballito de mezcal.  

Porque bien escribió la historiadora Elsa Malvido: “La muerte para nosotros sigue siendo cercana, familiar y doméstica”. Lo que para otros pueblos es un día de silencio, aquí es un reencuentro lleno de color y alboroto.

Todos me dicen el Negro, Llorona, negro, pero cariñoso

Así como en la canción, cada generación vuelve a vestir la tradición con su propia voz. No rompemos con el pasado: lo reinventamos y recordamos para hacerlo nuestro otra vez.  

Los altares cambian, los materiales se transforman, las melodías se mezclan con nuevos ritmos, pero la tradición sigue siendo la misma: honrar la vida a través de la muerte.

“Desde los años cuarenta del siglo XX se ha dicho que México es un país escatológico y morboso; que sus pobladores se burlan de la muerte, juegan con ella y se la comen virtualmente convertida en dulces de azúcar; incluso se ha dicho que en México hasta la muerte es dulce.

Tradición, remix y resistencia

“A un Santo Cristo de fierro, Llorona, mis penas, le conté yo...”

Hoy la tradición también se lleva en tote bags y suena en Spotify. Para muchos jóvenes, el Día de Muertos no es un ritual heredado: es una forma de expresión.  

Crecieron entre pantallas y algoritmos, pero buscan conexión real. Por eso, cada año improvisan sus ofrendas en patios, azoteas o plazas; mezclan flores naturales con luces LED, incienso y aceites esenciales, traduciendo el pasado a su propio idioma.

Según Statista, el 75% de los mexicanos celebra el Día de Muertos. Solo hay que salir a la calle para verlo: catrinas caminando, flores de cempasúchil en cada esquina, altares improvisados en las banquetas y un país que sigue hablándole a sus muertos.

No sé qué tienen las flores, Llorona, las flores del camposanto

En los panteones los jóvenes siguen llegando con flores, pero también con bocinas bluetooth, celulares y maquillaje inspirado en las catrinas de Guadalupe Posada.  

En las manos que prenden una vela hay también una cámara; en la voz que canta, un eco de sintetizador.  

Cuando Mila Mils canta “Llorona Lloroncita”, lo hace desde el alma. Su versión une la fuerza de Oaxaca con la esencia viva de Veracruz, mezclando jarana, zapateado y voz a capela.

Es su manera de decir que el Día de Muertos no es solo una fecha, sino un puente entre la vida y la memoria.  

El que no sabe de amores, llorona, no sabe lo que es martirio

Lo que une a todos no es el altar ni la canción, sino las ganas de volver a darle forma al duelo. En los cuarenta lo endulzamos con azúcar; hoy se encuentra en pantallas, maquillaje viral y en canciones que vuelven tendendia un lamento antiguo.  

Pero el fondo sigue igual: recordar es una forma de resistir.

Y aunque cambien los materiales o los medios, “La Llorona” sigue encantando a generaciones enteras, llorando distinto, pero llorando al fin.

La Llorona que se hizo viral

Dicen que La Llorona está en línea

ya no suspira entre neblina,

ahora vive en reels y memes varios,

llorando por likes y comentarios.

De tanto trending y algoritmo,

se volvió influencer del más allá,

y aunque en TikTok es viral,

cuando llega a su tumba

no para de scrollear.

“Ya no me lloren, chamacos míos,

préndanme el wifi, no los cirios;

que si la muerte se moderniza,

también el llanto se actualiza.”

La tradición solo muere cuando dejamos de cantarla.

Tabla de contenidos

Suscríbete a nuestro newsletter

Únete a nuestra comunidad y mejora la forma en la que manejas tus finanzas.

¡Gracias!

Hemos recibido tu solicitud de suscripción a nuestro Newsletter
Oops! Something went wrong while submitting the form.

¿Quieres saber más sobre este articulo?

Descargar archivo

Suscríbete a nuestro newsletter

Únete a nuestra comunidad y mejora la forma en la que manejas tus finanzas.

¡Gracias!

Hemos recibido tu solicitud de suscripción a nuestro Newsletter
Oops! Something went wrong while submitting the form.

Te recomendamos leer

Thank you! Your submission has been received!
Oops! Something went wrong while submitting the form.