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México es nuestro hogar y lo recorremos todos los días. Andamos por nuestro país en trayectos cortos y largos. Somos una sociedad que depende del movimiento para que todo funcione: la escuela, el trabajo, el comercio y nuestra vida diaria.  

Y aunque a veces no lo pensemos, la movilidad en México es una de las fuerzas que más define lo que somos y también una de las que más condiciona nuestras oportunidades.

Movernos aquí es una habilidad, casi un instinto. Desde peques aprendemos que la distancia no siempre se mide en kilómetros, sino en tráfico, clima, calles cerradas, “no había paso”, “se ponchó la llanta”, “me agarró la lluvia”. Aun así, encontramos la forma de avanzar.

La movilidad en México

La movilidad muestra algo profundo sobre nuestro país: la desigualdad no solo se mide en ingresos, también en tiempo.

Según el INEGI, en 2018, de los habitantes de CDMX, Edomex y Tizayuca, Hidalgo, que viajan para ir al trabajo:

Este tiempo no regresa. Dos horas que podrían usarse para descansar, convivir con amigos o familia, estudiar o generar una lana extra.

Por eso, moverse no es solo un acto cotidiano: es un filtro social. El acceso a una mejor movilidad es, también, acceso a mejores oportunidades.

Un territorio que define posibilidades

El territorio mexicano es extenso y diverso. Su complejidad no se entiende solo en postales ni imágenes de revista, sino en cómo se vive. Moverse por México implica enfrentar realidades distintas: transporte disponible, infraestructura irregular, costos variables, climas extremos, rutas seguras y trayectos largos.

La península, por ejemplo, es húmeda y poco accesible; el norte es extenso, con muchos caminos y grandes trayectos; los centros urbanizados son modernos, densos y saturados; el sur es profundo y desigual.

A veces la pregunta no es “¿cómo se ve este lugar?”, sino “¿cómo se vive aquí?”. Y casi siempre, la respuesta depende de la posibilidad real de moverte con autonomía.

Por eso, cuando pensamos en cómo movernos por nuestro territorio, hablamos de un tema que cruza educación, servicios, trabajos, descanso, cultura y seguridad. No existe un solo camino ni un solo México, sino muchos: cada uno con sus propios retos para llegar y vivir en él.

Movilidad que transforma vidas

La movilidad además de ser rutina se convierte en un parteaguas para movilidad social y financiera. Un vehículo cambia más que la ruta para ir y regresar del trabajo.

También modifica nuestro mapa mental. De pronto, el territorio y las distancias dejan de sentirse ajenas o lejanas y empieza a sentirse accesibles. Eso es un verdadero cambio de vida.

Es la diferencia entre depender del transporte público o tener control sobre el tiempo, aunque no negamos que el tráfico en ciertas ciudades tampoco ayuda a la movilidad, por eso mismo, a veces la gente tiene que madrugar para ir a su destino.

El país que se mueve desde temprano

En México amanece antes de que salga el sol. Desde temprano ya hay filas para el transporte, motores encendidos, gente que vende desayunos y café, alumnos que van a su escuela. Somos un país que anda gracias a la movilidad colectiva y al esfuerzo individual.

Pero también somos un país en el que miles de personas caminan grandes distancias porque no hay transporte suficiente. Un país que improvisa rutas, que aprende a leer el tráfico como si fuera un idioma y que sabe que la movilidad no siempre es cómoda, pero sí imprescindible.

Moverse aquí implica estrategia, recursos y constancia. Cuando esas condiciones mejoran, también mejora la vida diaria: las mañanas pesan menos, los trayectos

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