¿Hasta dónde puede llegar el amor por un equipo de fútbol? En México, la respuesta siempre será: hasta donde el corazón aguante. Porque ser de la afición Cruz Azul no se trata de solo ponerse la camiseta, es vivir, llorar, gritar, tatuarse, pintar la casa y hasta nombrar a tus hijos por esa pasión.
No hay equipo mexicano que encarne mejor eso que el Cruz Azul. Porque no hay hinchada más fiel, más sufrida, más leal… ni más emocionante que la afición Celeste.
Cuando las casas gritan: “¡Azul hasta la muerte!”
En colonias de Iztapalapa, Tláhuac o Nezahualcóyotl, puedes encontrar fachadas completamente azules, con el escudo bien pintado en la barda y hasta frases como: “Aquí vive un cementero de corazón”. Y no es por estética, es por identidad.
Pintar la casa de azul celeste no solo es mostrar apoyo al equipo, es gritarle al mundo: “Aquí vivimos con esperanza, aunque nos hagan sufrir”. Y cuando por fin el Cruz Azul fue campeón en 2021, más de una de esas casas fue punto de reunión, festejo y lágrimas.

H2: Cruz Azul tatuado en la piel y el corazón
El escudo del Cruz Azul tatuado en el pecho, el nombre de un jugador mítico o el número de la suerte en el brazo. En México, los tatuajes de equipos de fútbol son más que moda: son testimonio.
Y los fans del Azul lo saben bien. Muchos se tatuaron el escudo incluso antes de verlos campeones, como acto de fe. Algunos agregaron la fecha "30/05/21", porque después de más de 20 años, al fin se rompió la maldición.
Ser Celeste es tatuarse no solo un equipo, sino una historia de aguante, de caídas y de volver a creer.

Nombres que nacen del amor al equipo
Bebés registrados con el nombre de Cruz, Azul o incluso Celeste, por el puro amor al equipo y que, aunque en algunos casos fue por coincidencia, en muchos otros fue decisión consciente: “Así se va a llamar, porque nació el día del campeonato”, cuentan con orgullo algunos papás.
Un caso bastante viral fue el de un bebé de La Paz, Baja California, a quien sus padres intentaron registrar con el nombre de “Cruz Azul Fernández Angulo”. En México, donde la cultura futbolera lo atraviesa todo, nombrar a tu hijo o hija con algo referente a tu equipo es una forma de inmortalizar la pasión. Una forma de decir: “Mi historia con el Azul no termina conmigo”.
La pasión por la Máquina no empieza ni termina con uno. Es una herencia. Hay familias donde tres generaciones visten la camiseta: el abuelo que los vio campeonar en los 70, el papá que sufrió las finales perdidas y el hijo que por fin celebró la gloria en 2021.
Y ahí están, cada domingo, viendo el partido juntos, con la botana y la esperanza intacta. Porque ser de la afición Cementera es eso: una historia compartida, tejida con emociones, frustraciones, carcajadas y abrazos.

Campeones en la cancha, gigantes en la historia
Cuando el Cruz Azul fue campeón en 2021, no solo se rompió una sequía. Se rompió un estigma. Se reivindicó una pasión. Y se reafirmó una identidad.
Ese día, miles de mexicanos lloraron con sus papás, abrazaron a sus amigos y cantaron con desconocidos en la calle. Porque no fue solo fútbol: fue justicia emocional.
Y es que el orgullo celeste no se mide en copas, se mide en resistencia. En cómo aguantamos cada final, cada “ya merito”, sin dejar de creer.
Hoy, ser Cementero es sinónimo de orgullo. De aguante. De historia. Y eso, en un país donde todo cambia, es algo que permanece.
Ser aficionado también es ser BIEN MEXA
En Bankaool creemos que lo bien mexa también se vive en las canchas, en las casas azules, en los tatuajes y hasta en los nombres que nos conectan con lo que amamos.
Porque la afición del Cruz Azul no solo apoya a su equipo: inspira, une, enseña y representa lo mejor del corazón mexicano, esa capacidad de reír después de llorar, de seguir creyendo cuando nadie más lo hace, y de nunca rendirse.
Si quieres leer más historias de pasión celeste, échale un ojo a este blog: ¿Por qué ser celeste es ser bien mexa?