Desde que bajas del Metrobús Glorieta de Cuauhtémoc, algo te cambia el paso. Es como si la ciudad te avisara que estás por entrar a su zona más viva y auténtica.
La música se cuela entre los puestos, el aire huele a garnacha recién salida del aceite y el grito de “¡pásele, güerita, hay playeras desde cien!” marca el compás de la jornada. Es domingo, y en La Lagunilla el barrio ya está en su punto.
Entre puestos de ropa de paca, vinilos antiguos y cervezas bien frías, hay un nuevo sonido que llama la atención: un microbús estacionado con bocinas enormes, luces neón y el retumbar inconfundible de una cumbia rebajada. La gente voltea, sonríe, se acerca. El letrero dice: “Sonidero Bankaool” y el ambiente se prende en segundos.

El ruido antes del ruido
Es la tercera vez que se arma el Sonidero Bankaool en el barrio de Tepito. Pero antes de que suene la primera rola, hay un ritual.
Se acomodan los regalos: bolsas para el mandado, gorras, cangureras y stickers con frases como “Soy bien mexa”. El sol cae de frente, pero nadie se queja. En el barrio, el calor se aguanta con actitud.
Unos metros más atrás, una señora vende tacos de arrachera, aguja y bistec con longaniza, mientras otros cuantos jóvenes se encuentran preparando chicharrones. Todo huele a fiesta, pero también a comunidad: vecinos que se saludan, turistas curiosos, y el runrún constante de la vida que no se detiene.
La magia de la primera rola
Una voz por el micrófono rompe el bullicio:
“¡Saludos para toda la banda que ya llegó al Sonidero Bankaool! ¡Esto se va a poner sabrosón!”
Las primeras notas de cumbia rebotan en los muros que rodean las unidades habitacionales cercanas al tianguis y el ambiente cambia. Las bocinas laten, el piso vibra, y de pronto, varias parejas se paran a bailar. Da igual si es con una chela en mano o cargando la bolsa del mandado: el ritmo los alcanza a todos.
Las edecanes reparten premios, las cámaras capturan sonrisas y, al fondo, el microbús intervenido con luces LED se vuelve el punto más instagrameable del lugar. Tiene peluche en los asientos, una camiseta del Cruz Azul colgada en el respaldo y el dispensador de monedas típico para dar el cambio del pasaje. Cada detalle está pensado para hacerte sentir que este banco entiende de raíces, barrio y estilo.

Lo que se mueve además del cuerpo
Pero no solo se mueve la cumbia. También se mueve la economía del barrio y uno de los mercados callejeros más grandes de la Ciudad de México con cerca de 10,00 vendedores que acuden diariamente a Tepito. Cada domingo, el 90% de la población de este barrio trabaja desde temprano para levantar sus puestos, y cada peso que circula aquí es un esfuerzo compartido.
Bankaool llega con otra propuesta: una forma de hacer banca que entiende la realidad de la calle. Cuentas digitales sin comisiones, fáciles de abrir, accesibles para quien está acostumbrado a manejar efectivo, pero quiere dar el siguiente paso.
En el sonidero no solo se baila: se abren cuentas, se pregunta, se aprende, se conversa. Aquí la inclusión financiera suena a ritmo de cumbia.
Voces del barrio
“¡Ya tengo mi cuenta, ahora sí soy parte de Bankaool!”, grita un joven mientras levanta su gorra nueva.

“Yo vine por curiosa y terminé bailando bien a gusto”, dice una señora riendo, mientras guarda su bolsa del mandado y su regalo.
“Está bien que vengan, porque acá también hay gente como yo que quiere aprender de eso del banco digital en el celular”, comenta un señor de la tercera edad que viene acompañado de su hija.
Entre los sonidos de los saludos del sonidero, las risas y el olor a tacos, se siente algo que va más allá de la promoción. Es pertenencia. Es reconocimiento al barrio que recibe con los brazos abiertos a más de 150 mil personas por semana. Es un México que trabaja, que goza de la fiesta y que también quiere estar dentro del progreso digital sin perder su esencia.
El eco
Ya cuando el sol empieza a esconderse detrás de los edificios, la última rola suena más lenta, más suave. La gente pide “otra, otra”, pero el cierre llega con aplausos y con esa energía que se queda flotando.
Los cables se recogen, las bocinas se bajan, pero el eco del Sonidero Bankaool sigue vivo.
Sigue en los videos que la gente sube a sus redes, en los pasos de baile que se repiten en la memoria, en las cuentas nuevas que se abrieron ese día y en la sonrisa de quien se fue pensando: “órale, este banco sí late como yo”.
Porque cuando el barrio suena, es porque algo está cambiando — y esta vez, suena a futuro, suena a inclusión, suena a un banco Bien Mexa.




