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Recuerdo la primera vez que escuché la palabra FinTech. En realidad, fue crowdfunding, pero para efectos de esta historia es lo mismo: no tenía idea de qué significaba ninguna de las dos. Tiempo después terminaría ayudando a escribir la Ley FinTech en México.

Todo comenzó cuando mi jefa me pidió investigar el caso de una plataforma argentina que quería operar en México, pero no encontraba una figura legal que se adaptara a lo que hacía.

Se trataba de Afluenta, una plataforma digital de crowdfunding —una forma de reunir recursos entre personas para financiar proyectos—, con presencia en varios países de Latinoamérica. Ahí empezó todo: el punto de partida de lo que más tarde se conocería como la Ley FinTech.

El golpe de realidad: regular lo que aún no tenía nombre

Mi primera reacción fue automática:

“que pidan su licencia como banco o sofipo”. Pero apenas lo dije, mi jefa me miró incrédula y me mandó a investigar. Ahí empezó mi viaje en un mundo nuevo: el de la tecnología financiera.

Mientras revisaba cómo se regulaba en otros países, encontré que el Reino Unido llevaba la delantera y ya tenía avances sólidos. También descubrí que FinTech era un universo enorme: crowdfunding, wallets, exchanges, regtech, insurtech, incluso la banca electrónica.

En México, además de plataformas de crowdfunding, ya operaban las primeras de pago electrónico, conocidas como wallets, además de empresas de monedas digitales. Era evidente que algo estaba cambiando en el sistema financiero.

El dilema del regulador: innovación vs riesgo

Lo que más nos preocupaba eran las actividades de crowdfunding y los wallets, porque captaban recursos del público sin autorización. Los clientes depositaban dinero en cuentas manejadas por las plataformas, y eso los ponía en riesgo: no había garantía de que esos recursos estuvieran protegidos.

Ahí nació la pregunta: ¿Era necesario crear una ley específica para regular a las FinTech?

La respuesta fue sí. Pero eso significaba escribir una ley desde cero, sin mapas ni referentes, solo con la intención de poner orden en un terreno que nadie había explorado. Al menos en este país.

El grupo que escribió la Ley FinTech

Se formó un equipo multidisciplinario de autoridades financieras. Las reuniones eran largas, intensas y reveladoras. Cada tema abría un nuevo frente: riesgos tecnológicos, reputacionales, operativos.

De esas discusiones surgieron los grandes conceptos que marcaron la Ley y que hoy la integran, además de los ya mencionados casos de crowdfunding y wallets:

  • Sandbox regulatorio, o modelos novedosos, para probar ideas sin incumplir la norma.
  • Open banking, para abrir la información financiera de los usuarios a nuevos servicios, bajo autorización.
  • Activos virtuales, como los bitcoins y demás monedas digitales.

Lo que al principio buscaba dar forma al crowdfunding terminó transformándose en una ley que abarcó todo el universo FinTech.

Una ley pionera en el mundo

El 9 de marzo de 2018 se publicó la Ley para Regular las Instituciones de Tecnología Financiera. Fue la primera en el mundo en abarcar tantos temas.

Luego vino la parte difícil: aterrizar la ley en reglas concretas. Había que decidir hasta dónde permitir, qué exigir y cómo supervisar. México fue pionero, pero eso también significó entrar en terreno inexplorado.

  • No existían estándares internacionales comparables (como Basilea en la banca).
  • El sector FinTech era aún pequeño y poco medido.
  • Las experiencias extranjeras no se podían copiar.

Aun así, la Ley marcó un antes y un después para el ecosistema financiero mexicano.

Lo que aprendimos en el camino

Actualmente el sector FinTech mexicano está operando y sigue creciendo. Acaso la gran enseñanza es que las FinTech no se pueden regular y supervisar de la misma forma que las entidades financieras tradicionales.

La vida da muchas vueltas. Después de haber ayudado a escribir esa Ley, hoy me siento orgulloso de formar parte de Bankaool, un banco que también es FinTech. Lo que alguna vez estudié como teoría, ahora lo veo en práctica todos los días: innovación, enfoque en el usuario, transparencia y agilidad. No deja de sorprenderme gratamente.

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